jueves, 7 de octubre de 2021

Lepanto, cuatro siglos y medio atrás


      En algún momento del mes de Mayo o Junio de hace cuatrocientos cincuenta años, varias naves de la Escuadra de Galeras Reales surtas en El Puerto de Santa María, zarparon rumbo a Barcelona para formar parte de la aportación hispana a la gran flota de la Santa Liga para combatir al turco. Y, a buen seguro, algunos habitantes de la Real Villa contemplarían el espectáculo de aquellas embarcaciones saliendo de la desembocadura del Guadalete, hasta doblar la punta de Cádiz rumbo sur.

      Quién sabe si algunos vecinos de la villa estarían embarcados para la gran empresa. Posiblemente algún legajo de los extensos archivos que por ahí se conservan lo pudiera confirmar. Tal vez estuvieran presentes como marineros; quizás como soldados; quién sabe si como galeotes (éstos últimos, en cualquiera de las naves de los dos contendientes). Probablemente no sabrían cuál sería su destino, aunque sí a quiénes se iban a enfrentar. Y el enemigo sería duro de batir, si es que aquello iba a ser posible. Quizás el Capitán General de la Mar, el navarro D. Sancho Martínez de Leiva y Ladrón de Guevara, con cuentas pendientes que saldar con el Turco, sabría cómo disipar las dudas y temores de sus subordinados y enardecerlos para participar en la gran victoria de las fuerzas cristianas coaligadas, conseguida tal día como hoy hace exactamente cuatro centurias y media.

El capitán cristiano más recordado y la batalla en el callejero local

      En aquellas lejanas aguas del Mediterráneo oriental se paró, con mucha sangre vertida a la mar, la expansión naval otomana hacia el oeste. Y comenzó un lento, pero cierto, declive de la influencia turca - en cierta forma paralela a la que sufrió la Monarquía Hispánica - a lo largo de las décadas siguientes.

      Y, una vez más, las vueltas que da la vida: empresas españolas intentando vender barcos de guerra a los descendientes del antiguo Imperio Otomano en pleno siglo XXI, en los que una conocida marca de zumos hispana fue propiedad de una empresa turca durante varios años - incluyendo al musculitos del primo, suponemos. Es más, ¡quién les hubiera dicho a todos aquellos luchadores que casi cinco siglos después sus descendientes iban a ser seguidores fieles de folletines turcos! Vivir para ver.

4 comentarios: