viernes, 11 de noviembre de 2022

Valor y... ¡al toro! (Mortadelo y Filemón, Colección Ases del humor)


      Vamos a contar una historia: hace mucho mucho tiempo hubo alguien que pasó un mal rato vital. Y, por casualidad, ojeando  en los expositores giratorios de una librería - un lugar donde la probabilidad de salir de un hoyo son infinitas - tuvo la suerte de hojear un álbum de un par de sujetos tan impresentables como queridos. Y el hojear tan sólo tres o cuatro páginas de las peripecias taurinas y detectivescas sacó a aquella persona del estado negativo en el que se encontraba, arrancando lágrimas... ¡ de alegría! El comic volvió a la estantería, pero el impacto siguió a lo largo de los años.

Portada (Colección personal)

      Décadas más tarde, tenemos esta historia en casa. La primera parte transcurre casi en su totalidad en la mar, con embarcaciones de nombres imposibles (paquebote "Ile du Soria", lancha "Queen Pepet", motora matrícula B-555017) y situaciones kafkianas. La segunda, algo más larga, transcurre ya en tierra en dos edificios que se prestan a la confusión y al disparate. Terrenos perfectos para que los dos protagonistas  y sus compañeros de correrías saquen lo mejor - humorísticamente hablando - de sí mismos.

      En este escenario de lectura, la tentación de saltar de viñeta en viñeta, o de pasar página tras página, lo antes posible es alta. Sin embargo, el disfrute requiere del lector plena atención; más de lo que lo mayoría pensaríamos de un tebeo - o cómic, o historieta, o como quiera que la quisiéramos denominar - para disfrutar de todos los detalles que el autor nos ofrece en cada esquina. Puede que la mayoría de obras como ésta sean así.  

      En cualquier caso, es cierto: hay que estar alerta desde la mismísima portada del álbum. Algunos ejemplos: el damnificado permanente (el camarero/mozo del barco) que no se libra de ninguna; los despistados que, espectadores de un suceso, lo interpretan a su manera, mientras que sucede otra cosa distinta (como si fuera un "Rompetechos" cualquiera); la mirada del caballo en la plaza de toros;  ésa colilla que está en todas partes. 

Contraportada

      Desde un punto de vista personal, mencionar un par de detalles: los textos de los globos/bocadillos de la viñetas parecen impresos con máquinas de escribir tradicionales (transmite la autenticidad del artesano, aunque hoy día sugeriría un toque retro); en segundo lugar, esas figuras en negro (véase la cabalgada en un cohete en la página 34, con un Filemón entre incrédulo y expectante, o la viñeta del dueño de la tienda enfadado) que transmiten un estado de ánimo del personaje sin mostrar un rasgo, una mueca, una mirada. Quizás el autor no fuera el primero en hacerlo, pero resulta genial. Antológico.

      En fin, aunque las carcajadas que me provocó en su día sean irrepetibles, siempre me sacará una sonrisa con las disparatadas ocurrencias del dibujante. Si algún día deciden llevárselo a su casa, tengan algún pañuelo a mano y prepárense a llorar... ¡por reír!




Nota: Fotos tomadas con iPhone 7, editadas con Polarr y Windows Paint.

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