martes, 15 de febrero de 2022

Crónicas de un pueblo (I) - Entre Escila y Caribdis

 

      Un fin de semana de Julio del pasado verano, el paseo por el sendero de madera del pinar estaba resultando más plácido de lo que podría esperarse de un verano a ratos cálido, a ratos fresco. Una vez pasadas la caballerizas y sus mosquitos, se comenzó a distinguir el rumor de lo que parecía un equipo de música machacona se iba haciendo más insistente.

      Pasado el último tramo en cuesta, y una vez libres de los pinos que atenuaban los sonidos, se divisaron los focos emisores. Allí, a la izquierda, el bramido de los altavoces chiringuiteros para regocijo de veraneantes marchosos.

Un foco

      Allí, a estribor, los mega-ajustes y pruebas musicales previos al concierto, seguidos a no poca distancia de zonas residenciales publicitadas con el reclamo de viviendas en plena naturaleza - curiosa contradicción - a pie de playa. Se ve que muchos picaron, y con más ruidos que en la gran ciudad se encontraron. Atrapados en una tenaza de decibelios.

El otro foco

      Como uno no quiso hacer que los pabellones auditivos sufran más de lo necesario, habría que esperar a que terminara la temporada estival oficial para volver a pasear una tarde de fin de semana por estos lares, si es que se buscaba dar una vuelta con cierta tranquilidad auricular. Que otros disfrutasen de las tardes veraniegas de la punta más candorosa de la villa ensordecedora.

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