Al escribir estas líneas, cuando todos los voceros de turno pregonan que estamos ya casi entrando en esa benéfica nueva normalidad, los corazones se sobrecogen y las carteras tiemblan al anunciar el gobierno británico una vez más, que el territorio peninsular hispánico no está incluido en las zonas con luz verde para que los viajeros británicos puedan desplazarse sin PCR ni cuarentenas fastidiosas.
Y, mientras, los pregoneros de los diferentes gobiernos de la vieja piel de toro llorando por tamaña discriminación y afirmando con contundencia que son destinos seguros y que lo reconsideren, porfa. Qué importa si en la pre-pandemia esos mismos hablaban en abandonar al viajero tradicional de masas y en atraer un turismo de mayor calidad a sus costas - siendo un secreto a voces quiénes no entraban en esa selecta definición. Extraña forma de tratar a tu clientela de siempre.
Así pues, todos - y, por supuesto, cada uno por su lado - clamando para que visitantes de aquellas islas septentrionales bajen con total libertad - aún cuando la Unión Europea señala lo contrario - a gastar sus libras en nuestras costas mediterráneas, como debe ser. Que vengan, como sea, pero que vengan. Pero no siempre nuestros gobernantes quisieron que fuera así.
Porque hace ya la friolera de 425 años las huestes anglo-holandesas abandonaban las cálidas aguas de la bahía gaditana para volverse a sus tierras con el botín obtenido en la ciudad de Cádiz tras eliminar los escasos medios hispanos en la mar y, tras ver arder las naves de la Flota de Nueva España, pasar al asalto de las defensas y rebasar las irrelevantes fuerzas en tierra que se les opusieron.
Después, se sucedieron los pillajes durante varios días, respetando las vidas de los habitantes, hasta que se decidieron a largar velas y volver por donde habían venido. Los daños materiales fueron importantes, pero aún lo fueron más los morales y la pérdida de prestigio - aunque las fuerzas de la monarquía consiguieran éxitos notables ese mismo año.
Lo más importante fue que, a partir del luctuoso suceso, se retomaron en los años posteriores las obras de defensa de la ciudad: ya nunca más claudicaría ante el embate de las fuerzas inglesas, holandesas, o combinadas - aunque sí de los franceses, pero ésa ya es otra historia...
Allí donde iban los ingleses arrasaban con todo. Viví un tiempo en Londres y Oxford , y algo aprendí de ellos, bueno y malo,pero lo suficiente para desear volver a mi Cádiz.
ResponderEliminarEran otros tiempos, y para ganarse las papas algunos tenían que hacer de todo. Qué le vamos a hacer.
EliminarSiento repetir los comentarios, siempre le doy a volver para salir y acabo duplicándolos. Un poco torpe soy
ResponderEliminarSin problema. Nadie nace con todo aprendido, ni todos lo avanzamos al mismo ritmo. ¡A seguir hasta conseguirlo!
EliminarMe resulta sorprendente que algunas galeras se refugiaran en la costa de Rota. Alucinante. Me gusta aprender historia relacionada con mi provincia. Se me hace ameno y divertido y encima puedo intentar comprender como hemos llegado a ser lo que somos hoy. Mas así por favor!
ResponderEliminarTodo llegará, con paciencia...
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