Cuentan las crónicas que entrado el año 1815, arrodillado antes los pies del odiado gachupín, suplicó por su vida, bajo promesa de sincero arrepentimiento y lealtad a toda prueba, por quel entonces uno de los más significados adalides de la independencia de las tierras de la Nueva Granada. Y, magnánimo con vistas a la reconciliación y sumar adeptos a la causa del Rey, D. Pablo Morillo decidió no sólo conmutarle la pena de muerte inmediata que sus acciones anteriores le habían hecho merecedor - según la Justicia Real - sino que le otorgó plena libertad de movimientos basado sólo en la palabra que aquél - D. Juan Bautista de Arismendi. Con este proceder, D. Pablo desoyó las advertencias de algunos de sus subordinados, conocedores de las fechorías perpetradas por aquel personaje.
Advertencias caídas en saco roto puesto que, nada más abandonar la isla Margarita D. Pablo - héroe de tantas batallas por mar y por tierra y que tanto y de todo había visto - con el grueso de la Expedición a Cosa Firme, D. Juan Bautista, futuro prócer de la independencia de aquéllas tierras, decidió echarse al monte y, en compañía de algunos republicanos indepes escondidos en los montes de los alrededores, se puso al frente del grupo que bajó a asaltar la guarnición que había quedado en la isla, pasando a cuchillo a todos sus integrantes - unos doscientos más o menos.
Conocidos por el mando de las tropas realistas los desafueros cometidos por D. Juan Bautista y los suyos, toda la magnanimidad mostrada con anterioridad se tornó en fiera represalia contra los cabecillas de los insurrectos que iban siendo capturados y contra aquéllos que les apoyaban sumándose una nueva devastación a la que habían provocado ya los defensores de la causa separatista - e imaginando que los defensores de la legalidad vigente ya habrían demostrado de lo que eran capaces. Más penalidades, pues, para la inmensa mayoría de la población, sujeto pasivo y paciente de todo aquel órdago de destrucción a la que, además, se la terminó de convencer de las maldades de los opresores españoles mediante una propaganda que tapaba las vergüenzas propias bajo la manta de la libertad - y de la justicia - que se harían extensivas para todo el pueblo. Labor de adoctrinamiento que se ha mantenido durante un par de siglos, y lo que te rondaré, morena. Y así se escribe, por algunos, la historia.
En fin, que situaciones como ésta resultan difíciles de gestionar y llevar a buen puerto, sobre todo si algunos de los implicados demuestran claramente una falta de voluntad para el entendimiento y la reconciliación. Pero, bueno: fueron cosas de otros tiempos y otro lugares. ¿O no?
Muy intenso e interesante, pero algo difícil de seguir para los que como yo, no sabemos mucha historia. Me gusta mucho la foto con su pie de foto.
ResponderEliminarYo no sé de historia: tan sólo recuerdo cosas que se leen y, mira tú por dónde, hay cosas del presente que se parecen a las del pasado. O tal vez no. Gracias por seguir participando.
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