De las independencias (I) - ¿Para qué hacerse querer?

      Paseando por Madrid, oteando entre la muralla de edificios para llegar al siguiente sitio turístico de obligada parada, observas un par de banderas de colores casi idénticos y similares  asomándose por una de las ventanas y, al acercarte ves a la senyera de Catalunya y a la senyera de Espanya. Y te preguntas: ¿quién vive ahí?

      Pues resulta que es un centro cultural de la Generalitat de Catalunya en el corazón de la opresora Madrid, ya ven Vdes. Con su librería y todo. Y te asalta la duda: ¿existen otros repartidos por la vieja piel de toro? Comienzas a rastrillar la red buscándolos, para acabar encontrando nada. ¿Y por qué ha podido suceder ésto?

Centre Cultural Blanquerna, Madrid (Espanya)

      Pues es posible que alguien debió pensar que quemar la pasta - decenas de millones de eurapios, oigan - en un puñado de pseudo-embajadas fuera del estado opresor esparciendo más allá de los Pirineos cizaña y victimismo, difundiendo información sesgada y maledicente, era más beneficioso para la causa - ¡gran causa patriótica! - que invertir los euros  en divulgar otros aspectos de la cultura catalana no tan conocidos en el resto del Estado espanyol.

      Resultará más rentable para algunos apostar por separar, dividir, enfrentar, separar, que en tender puentes, estrechar lazos, darse a conocer mejor. Les es preferible perseguir la independencia a toda costa: la promesa de ese futuro mejor aislados, ese espejismo que todo lo solucionará - para algunos-pocos, claro.

      ¿Qué mejor manera para difundir del uno al otro confín las buenas nuevas que la independencia podría traer? Que sigan con su espantá... ¿o no?