Tampoco había transcurrido demasiado tiempo desde que nos paramos en una cafetería de la AP-7 ( Manilva II se llamaba) a tomar una tostada (pan mejor de lo esperable) con su café correspondiente. Sin embargo, decidimos almorzar apenas dos horas de la parada anterior.
Aconsejados por un paisano que recogía a su hijo de la guardería, pudimos evitar un par de sitios de "clavazo" asegurado, e ir a otro que "siempre estaba lleno", en palabras de nuestro amable cicerone. Esta afirmación puede ser un arma de doble filo desde le punto de vista gastronómico, pero allí nos dirigimos, resueltos.
Andando: no estaba tan lejos de lo que marcaba el navegador. Y allí estaba, en una casi-plaza resultado de la intersección de tres o cuatro calles. Efectivamente, las mesas del exterior estaban completas. Como las de interior estaban vacias (a pesar del tonto necesario fumando, aunque afortunadamente no tardó mucho en irse), allí nos aposentamos.
"¡Las tapas en parejas!", profirió el sobreocupado camarero. Tapa de ensaladilla de cortesía con la copa de Albariño (en el recibo aparecía curiosamente como Verdejo "Portia", hecho que no pude comprobar por mis vanos intentos de ver en la distancia la etiqueta del vino servido en la barra). Si lo era, no lo parecía. En cualquier caso, respecto a la ensaladilla, resultó ser la menos deseable que he comido en tiempos - tanto para los ojos como para las papilas gustativas. Más suerte tuvieron mis acompañantes con las tapas de migas - con sus boquerones fritos y tomate fresco picado - que solicitaron con sus bebidas. Durante breves instantes me cuestionaba la decisión de haberse decidido aconsejar por el lugareño.
Afortunadamente, la siguiente tapa - y copa - de calamares fritos fue otra cosa. Bien fritos, ni duros ni blandorros. En su punto. Éso hizo animarnos para pedir una ración de los mismos. La tapa de cazón que vino con un refresco pedido por el conductor: igual de bien. Entretanto, no perdíamos de vista los pedidos de fritos variados saliendo hacia las mesas al exterior.
Después de repetir con otra media de lo mismo, nos decantamos por una ración de unos muy bien cocinados mejillones, de considerable tamaño teniendo en cuenta que están al final de su temporada óptima. Hubo competición para pillarlos antes de que se esfumaran. Como bien sabemos, productos aceptables bien preparados y sin una elaboración sofisticada son también apreciables.
Las almejas fueron menos aconsejables, aunque no estaban rechazables. Con la tercera copa (a mi también me hubiera gustado que hubieran escanciado con la misma generosidad que algunos de los que a buen seguro frecuentan el lugar, pero no todos los clientes son iguales - cosa a tener en cuenta en la decisión de no dejar propina, o de la cuantía de la misma en caso de una atención más satisfactoria), entraron mejor.
Y así es que, ni más ni menos, por algo así como sesenta boniatos salimos comidos y satisfechos de allí.
Al final, aproximándonos ya a las cuatro de la tarde, el ya menos sobrecargado camarero, reconociendo nuestro peculiar acento, nos comentó que había estado en Cádiz gustándole todo menos las tapas - el pagar por ellas, claro. Bueno, ¡pues que habrán una sucursal por aquí!
Nota: Fotos tomadas con iPhone 7, editadas con Microsoft Fotos y Windows Paint.
No me ha dejado muy buena impresión... mal día?...
ResponderEliminarPues la verdad es que no... salimos contentos, en general.
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