martes, 10 de agosto de 2021

Annual, 100 años

 

      El día, hace 100 años, comenzaría en calma, como lo hacen todas las mañanas de Agosto. Los únicos indicios de presencia humana al alba serían los miles de cadáveres de aquellos infieles del otro lado del Estrecho esparcidos por blocaos y caminos. Algunos fueron víctimas durante los combates. Otros lo fueron por ejecución indiscriminada tras haber sido hechos prisioneros. Los ejecutores no se molestaron en darles sepultura - más bien se ensañaron con los restos de algunos de aquellos desgraciados.

      Formaban parte de las tropas de pacificación - que no de colonización - del Protectorado español - que no de una presunta Colonia hispana - que habían sido enviadas a sofocar una revuelta más de algunas tribus norteafricanas que se hallaban en constante espíritu de rebeldía. Lejos de someterse, aprovecharon las oportunidades que el despliegue de las fuerzas enviadas les ofreció para envolverlas y diezmarlas. Casi llegaron a entrar en Melilla.

      Como en todo suceso humano, se ofrecieron escenas de mucho heroísmo, bien defendiendo posiciones hasta el último hombre, bien acercándose con los cañoneros peligrosamente a la costa para cubrir la retirada,  o bien en cargas de caballería suicidas (penosamente hoy los más sólo nos acordamos de los supuestos ataques de la caballería polaca contra los tanques alemanes en 1939) y otras de las que, tal vez, no sabremos cómo se sintieron sus protagonistas: sólo los que vivieron los acontecimientos sabrían cómo y por qué actuaron como lo hicieron.

Callejón norteafricano sin salida aparente (cortesía de S.C.G.)

      Aquellos rebeldes, cada vez mejor organizados y equipados, mantuvieron en jaque a las renovadas fuerzas del Protectorado español durante varios años. Pero sólo con la determinación de dirigentes y gran parte del pueblo español hicieron posible dar fin a la pesadilla. Lecciones que ojalá se hubieran tenido en cuenta en los años que vinieron.

      Es curioso: hace cien años saltaban las alambradas de reductos y fortines para expulsar o degollar a los intrusos pensando que así iban a mejorar sus condiciones de vida. Tener más libertad. Sin embargo, hoy día los tataranietos de aquéllos buscan conseguir exactamente lo mismo, pero esta vez saltando la valla que les impide entrar en la tierra de los descendientes de los masacrados, esperando que los acojan con los brazos abiertos.

      Las vueltas que da la vida, pardiez. Qué ironías nos depara la historia. Para este viaje no hacían falta tantas alforjas. Ni tantos cadáveres.


5 comentarios:

  1. Sí que está cargada de ironía la ida, la historia nosotros....Y de los mismos problemas sólo q adaptados a nuestra época

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  2. Que ridículas somos las personas. Una entrada sorpresa, interesante. La foto está curiosa, aunque la persona que la sacó podría haber mejorado su edición.

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