Lecturas en sofá y pies en lo alto de una cama, a la luz de una lámpara sobre su mesita de noche, en un otoño tardío.
Narraciones - interpretaciones improvisadas - de las aventuras de una niña pizpireta, inquieta, intrépida y sagaz por esas tierras de más al sur que, no por más conocidas hoy dia, resulten menos inquietantes e inhóspitas para un occidental. Aunque, al final, ocurra aquéllo que hace que se vean las cosas, la vida, de otra manera.
Y, entre párrafo y párrafo, la mirada de una piruja que quiere dormir y que, a la vez, espera que la lectura del cuento prosiga para que su padre siga por allí. Que los sueños que la madrugada traiga hagan continuar la aventura (¿narrada, soñada?). Con la esperanza de que algún día las aventuras las pueda correr ella.
La protagonista para el narrador era, realmente, otra en su imaginación. Y es justo éso lo que da fuerzas al padre para continuar con la narración - y los sueños.
Ojalá muchos padres hayan disfrutado de su lectura tanto, como lo disfruté yo.
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