Hemos salido hace un rato y la tarde se presenta favorable para la vuelta. A poca distancia de la salida de la urbe pasamos a la altura de un sitio que nos dejó una honda impresión hace algunos años. No parece muy frecuentado a estas horas. Ni falta que hace.
Los montes pelados se transforman en llanuras casi tan áridas como áridos son aquéllos. El aire se vuelve más cristalino, atravesados con facilidad por esa luz que se resiste a perder su brillo. A lo lejos divisamos cumbres blancas, coronadas por nubes de casi idéntico color. ¿Por qué no nos podríamos parar a contemplarlas hasta el anochecer?
Necesitamos un descanso - ¿cómo aguantarán todos los conductores de camiones y autobuses? Hemos llegado muy justos a la hora forzada ce cierre de bares y restaurantes. Sin embargo, en uno nos dicen que tenemos tiempo de tomar un café, y nos sirven a pesar de estar recogiendo y a punto de cerrar. Apuramos, pagamos y damos las gracias por su amabilidad.
Queremos estirar un poco más las piernas y deambulamos por los alrededores. Unos chavales quieren recuperar una pelota del río. Grupos de maduros van con las mascarillas como Dios les dió a entender y con esa sonrisa - que podemos ver - indisimulada acerca de los que vamos pasando a su lado. Cada cual sabrá.
Caramba, casi se nos escapa la piscifactoría de esturiones - o una instalación que parece serlo. Sólo nos da para echar un vistazo, pero no se ve ninguno - quizás se confirme nuestra equivocación. Y no hay tiempo para más. Algún día habrá que volver. Volvamos al vehículo y regresemos a casa. Acabemos ya con este día que para tanto ha dado. Como casi cualquiera de nuestras vidas.
Me ha gustado mucho la historia del día. la foto que mas me ha llamado la atención es la del puente casi derruido por completo, muy bonito. Parece haber sido un día largo, pero a pesar del cansancio del viaje, me da la sensación de que no lo pasasteis tan mal.
ResponderEliminarBuen viaje, pero acabas con cansancio. La edad no perdona.
ResponderEliminar