La persona de la limpieza (dos operarios para todas las fiestas y todos los paseos marítimos) nos sacó de dudas: el humo provenía del lugar en el que alguien había cometido una cafrada. En efecto, al bajar la cuesta nos encontramos con el leño aún humeante que inundaba la zona con ese olor a casa rural de invierno.
No haría mucho tiempo que los (ir-)responsables habían abandonado el lugar, dejando atrás los daños evidentes - provocados por las llamas y el humo - sobre la balaustrada y la vegetación, más algunos cristales rotos. Fue una suerte que el fuego no se propagara a la vegetación aledaña y causara daños de mayor consideración. Quizás, fue lo único que hicieron bien.
Habría que preguntarse en qué hemos fallado entre todos para llegar a estas situaciones - sean más jóvenes o adultos los que perpetraron este estropicio. El ejemplo que damos los entrados en canas no es el mejor, con nuestras ansiedades y egoísmos infantiloides de los que vamos sobrados en esta sociedad en aceleración continua.
Como buen iluso, y a mucha honra, confío en que seremos capaces de retomar los rumbos que nos lleven a buenos puertos. Y si queremos emular las Fallas valencianas, pues hagámoslo que a buen seguro muchos vecinos de este pueblo tan fiestero se apuntarían a una nueva posibilidad de cachondeo: pero, por favor, que sea con las medidas de seguridad oportunas.
Nota: Fotos tomadas con Xiaomi Redmi Note 9; editadas con Microsoft Fotos y Windows Paint



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