La playa vuelve a ser de las gaviotas. El atardecer trae un frescor casi olvidado. El paseo marítimo vuelve a recobrar la tranquilidad; esos paseos de personas que se conocen y de algún que otro foráneo absorto en sus pensamientos.
Algún barco en la lejanía, en apariencia inmóvil, pone esa pincelada de color sobre el plata.
Sentarse en un banco que aún conserva el calor de las horas de plácido sol otoñal, y que desentumezca la espalda.
Incluso alguien ofrece una respuesta a una pregunta que quedó sin respuesta.
Visiones, enfoques que, como el verano, quedarán atrás.
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ResponderEliminarEl canto de las olas vuelve a ser el protagonista en la ópera de la playa.
ResponderEliminarLos charranes y el viento las acompañan. Por cierto, tus respuestas parecen haikus incompletos. ¡Gracias por seguir ahi!
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